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martes, 5 de febrero de 2019

Celebración del Día de la Paz

     
          El profesor de Geografía e Historia Gonzalo Carretero Casinello, coordinador del proyecto <<Escuela: Espacio de Paz>>, organizó el pasado 30 de enero la II Gala de la Paz del I.E.S. Algazul. Dentro de las actuaciones incluidas en esta fiesta de la convivencia, destacó la lectura e interpretación de los poemas: Tenéis que oírme (Pablo Neruda), La palabra Paz (Víctor Heredia), Pido la Paz y la Palabra (Blas de Otero) y Mensaje de Juan Panadero al Congreso Mundial por la Paz (Rafael Alberti). Los alumnos ayudantes de biblioteca fueron los encargados de la recitación de dichos poemas.

          Para ver el vídeo de la actuación, solo hay que clicar AQUÍ


Yo fui cantando errante,
entre las uvas
de Europa
y bajo el viento,
bajo el viento en el Asia.
Lo mejor de las vidas
y la vida,
la dulzura terrestre,
la paz pura,
fui recogiendo, errante,
recogiendo.
Lo mejor de una tierra
y otra tierra
yo levanté en mi boca
con mi canto:
la libertad del viento,
la paz entre las uvas.
Parecían los hombres
enemigos,
pero la misma noche
los cubría
y era una sola claridad
la que los despertaba:
la claridad del mundo.
Yo entré en las casas cuando
comían en la mesa,
venían de las fábricas,
reían o lloraban.
Todos eran iguales.
Todos tenían ojos
hacia la luz, buscaban
los caminos.
Todos tenían boca,
cantaban
hacia la primavera.
Todos.
Por eso
yo busqué entre las uvas
y el viento
lo mejor de los hombres.

Ahora tenéis que oírme.


Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre 
aquel que amó, vivió, murió por dentro
 y un  buen día bajó a la calle: entonces
 comprendió: y rompió todos sus versos. 
Así  es, así fue. Salió una noche
 echando espuma por los ojos, ebrio
 de amor, huyendo sin saber adónde: 
adonde el aire no apestase ha muerto.
 Tiendas de paz, brizados pabellones,
 eran sus brazos, como llama al viento;
 olas de sangre contra el pecho, enormes
 olas de odio, ved, por todo el cuerpo.
 ¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces
 en vuelo horizontal cruzan el cielo;
 horribles peces de metal recorren
 las espaldas del mar, de puerto a puerto.
 Yo doy todos mis versos por un hombre
 en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
 mi última voluntad. Bilbao, a once
 de abril, cincuenta y tantos.



Cuántas veces de mañana 
salgo a caminar al campo 
y el silbido del arriero
 te nombra.
 Que haya paz en la Tierra, 
reza una vieja oración,
 y yo me pregunto y pregunto 
pero no me dan razón. 
Es por eso, viejo amigo, 
que un sólo favor te pido:
 alza tu sangre esta noche
 ven conmigo, ven conmigo.
 Y ayuda a encontrar respuesta
 a la paz que se ha perdido, 
a la paz que se ha perdido 
en el mundo de los hombres 
como un niño sin saber. 
Y cada madre que pase,
 con un hijo en las entrañas,
 sabrá que la paz del mundo
 es un viento que acaricia 
y que crece en el amor. 
Ven conmigo, ven conmigo.
 Y por cada hombre que nazca
 cada soldado que vuelva,
la sonrisa de una novia, 
la alegría de una madre, 
en tu pecho cantará. 
Ven conmigo, ven conmigo, ven conmigo.


Aquí estoy. Aquí ya estamos. 
No tenemos cara. Somos
 el planeta que habitamos.
 Venid. No tenemos nombre. 
Aunque todos respondamos
 a una misma luz: el hombre. (...) 
Matadnos. Nos mataréis.
 Pero es más fuerte la vida 
que la muerte que ofrecéis. 
Y al fin correréis la suerte 
de los que matando llegan 
a darle a su vida muerte. (...)
 ¿Queréis la guerra? No iremos.
 Con la paz entre las manos
 por arma, os enterraremos 
¡Paz al mundo! Corazones
 arrebatados y unidos
 de millones y millones.
 Paz para toda la gente. 
Se abran y cierren los ojos 
del día tranquilamente.
 Paz en todos los hogares. 
Paz en la tierra, en los [cielos,
 bajo el mar, sobre los mares. 
Paz en la albura extendida 
del mantel, paz en la mesa 
sin ceño de la comida. 
En las aves, en las flores, 
en los peces, en los surcos
 abiertos de las labores. 
Paz en la aurora, en el sueño. 
Paz en la pasión del grande
 y en la ilusión del pequeño.
 Paz sin fin, paz verdadera.
 Paz que al alba se levante
 y a la noche no se muera.
 ¡Paz, paz, paz! Paz luminosa.
 Una vida de armonía 
sobre una tierra dichosa. 
Lo grita Juan Panadero.
 Juan en paz, un Juan sin guerra,
 un hombre del mundo entero.

 




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